miércoles, 4 de febrero de 2009

LAS ZAPATILLAS DE MI PADRE


Para José Antonio Alcalá, con afecto.


Teníamos antes de contarlos cien o doscientos pares de zapatos, algunos más grandes que nuestra talla y otros más pequeños. Cómo no sabíamos dónde ocultarlos, dejamos una habitación sólo para los zapatos, fue nuestro secreto. Cuando mamá o quienquiera que llegase a la casa, preguntaba por los zapatos (la gente es muy curiosa), nos reíamos en silencio. En la habitación de los zapatos pasamos nuestros mejores momentos, algunos fines de semana sólo salíamos para escuchar los partidos que daban por la radio. Otros, cambiábamos los zapatos de habitación sólo por el gusto de pasearnos. Hay zapatos muy crueles sino te los pones a menudo , eso lo aprendí entonces y hoy lo mantengo ante cualquiera. Se cansa uno tanto con zapatos como sin ellos, pero el pie respira, insiste en llevarlos, se muestra esquivo sino lo calzas. Es la alegría de una casa, unos zapatos con su pie adecuado dentro.

Cuántas veces sufrimos la tentación de calzarlos al revés, el pie derecho sobre la suela izquierda y ¡hala, levántate y anda!. ¡Éramos unos desmedidos!.

Creo que para la primera comunión mamá empezó a sospechar algo. Primero dejó caer la cuchara en la sopa sin motivo. Luego insistió en lavar ropa dentro de la casa, en lugar de ir al lavadero. A nosotros las extravagancias femeninas nos parecían desordenadas. Sin plan previo. Así que dejamos de visitar la habitación de los zapatos durante un tiempo.

Una mañana contra todo pronóstico, cambiamos de nuestra casa a una ciudad. Era febrero, que es un mes malo para los zapatos y algunos se quedaron allí. Los que se vinieron con nosotros no tuvieron habitación propia. Habían nacido mis hermanos. No se puede mantener un secreto con tanta gente. Así que, casi lo había olvidado, cuando murió mi padre, alguien reparó en que faltaban sus zapatillas. Creo que es por eso, que nos reímos en silencio.

1 comentario:

  1. Muchas gracias Jose, me ha gustado mucho, lo guardaré con todo el cariño.

    También quería agradecerte el sms de ánimo que me mandaste el otro día, ya que como tu bien sabes son momentos muy difíciles.

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