Acabamos de presentarnos cuando me pregunta:
-¿Jose Antonio, eres poeta?
A mi vez pregunto si me ha descubierto por las gafas de sol retro y ya los dos sabemos de dónde somos, así que le ponemos nombres… él viene de una familia de Castro Candelas (aunque nació en Villafranca del Bierzo). Uno, de una aldea de Viana do Bolo.
Se dirige a mí:
-¿Están cerca, no?
-En Ourense todo está cerca menos las personas que estamos lejos, casi todos fuera (“Y las casas natales se derrumban bajo la lluvia”)
Entonces él recuerda cuándo le llevaban de niño a ver escaldar las pitas y ésos huevos…
-¿Qué has publicado Jose Antonio?
Y con vergüenza le refiero el premio de jóvenes creadores y hablamos de Claudio Rodríguez cuando fue mi mentor y hablamos de Jesús Urceloy:
-Gran poeta y gran persona. Es mi amigo antes de convertirse en ésa gran persona. (“
Las estrellas para quien las trabaja”) Me refiere.
Le veo realizar mi dibujo con devoción (“
Puede oírse el cielo, dijo”)y pregunta por “lobo”
-Séptima generación, séptimo hijo: Lobo fijo. Mientras enrojezco por la tontería y me alegro de llevar puestas las gafas de sol.
Descubro que Juan Carlos Mestre es un poeta hermoso, habría que incluir, pese a lo dudoso del artículo, ésta acepción frente a las categóricas generacionales, editoriales o del extremo. Una antología de poetas hermosos, con la fuerza y la fragilidad de la tierra (¿existe patria para el huerto lejos de las estaciones?)
“Nadie es nadie bajo la lente de los archiveros”.
Me atrevo a sugerir que debería cobrar otro tanto por sus dibujos.
-Entre poetas…
Veo reposar su estilográfica sobre la mesa (todos tenemos la Montblanc 149) e instintivamente la busco en el bolsillo. Hoy no la llevo.
“No, tú no eres más hermosa que la funambulista/ que se desvanece en su carromato sobre los puñales del sueño”
Inicio un paseo bajo los árboles
“te despeinaré los cabellos hasta que parezcas a un árbol que regresa de hacer el amor” y los pasos me conducen a la antigua Casa de Fieras. Me detengo ante la jaula del lobo (¿hubo alguna vez jaula del lobo en este lugar?) y ya me siento perdido. Alguien con una falda muy corta, empuja un carrito de niños
“los desenterrados oyen la motocicleta de Mahler” y los ciclistas vociferan sus ruedas.
Pido a mis pasos que me encaminen hacia el Lago a sabiendas que, mi proverbial desorientación, me conducirá ante el ángel caído. Es en la terraza que le acompaña dónde pido una cerveza
“las bondades del capitalismo podrían ser anotadas en una lista pequeña, junto a los recados y las cosas pendientes”. Adopto esa pose, tan mía, del que lee y precisa ser observado. Es entonces cuando abro el libro, cuando abro “La Casa ROJA”:
“entras en la propiedad de las palabras como se asoma el lloriqueo de las vecinas durante los primeros días de luto” .
Y caigo en la cuenta que voy a hacer esta entrada y que Mestre no lo sabe (¿por qué tendría que saberlo?) y vuelvo sobre lo andado y le pido, en la caseta de la feria del libro, a la más hermosa un bolígrafo y sobre un marca-páginas escribo:
-Juan Carlos hoy te colgaré una entrada en mi blog: el lobo en su jaula. Muchas gracias, O lobo paisano.
Y se la alcanzo y me retiro.
Me llaman para ir a comer a un chino, pero estoy húngaro
“los poemas se lían con la realidad y te quitan con cualquier excusa la novia” y me disculpo. ¿Encontraría el Lago?
Lástima que no guste de tumbarme aquí, entre las briznas de hierba y aguardar “
Mis antepasados inventaron la Vía Láctea” la llegada de un cuerpo staccato 222, tamaño de fuente 12, pero interminable.
Todos los versos entrecomillados y en cursiva pertenecen a “La casa ROJA”, Juan Carlos Mestre, Calambur Poesía, 85. Madrid 2008.Premio Nacional de Poesía 2009. El dibujo que se reproduce es del mismo autor y fue realizado esta mañana de sol, por lo que secó rápido .Le agradezco más allá de las palabras este retrato. Del resto no soy responsable.