jueves, 7 de octubre de 2010

BERLIN ALEXANDER PLATZ

Llego a Barajas y alguien a mis espaldas comienza la conversación por el movil con las familiares palabras: Haló. Aún no he recogido la maleta facturada, aún esta ciudad no es Berlín, lo parece sólo. El taxista me advierte del Novel a Vargas Llosa (lo esperaba para Murakami, cuyo "Tokio blues" llevo en el maletín). Me huelo las manos y un calor de bebé reciente inunda el habitáculo. Esta mañana he dormido a I. La he dejado en su carrito, bajo en andén 1, de la Alexander Platz. Pero todo ocurrió unos días antes... cuando el amigo te va a buscar al aeropuerto y te invita a compartir sus momentos de cotidianeidad.
Un catálogo para una exposición, sacar el aire al bebé, unos certificados de autenticidad de obra, sacar el aire al bebé, una madre entregada a la causa y a sacar el aire al bebé (¡me lo han dejado con tanta generosidad!). La Opera dónde se atreven a traducir a Verdi al alemán y de paso cantar La Traviata (en el tercer acto se lo perdoné). Las noches de soledad del Hotel Plaza (¿5 estrellas?) y el Skype redentor. Viajes en bicicleta a la isla de los museos, al Ampelmeinhem caffe, donde las todas las chicas alemanas son hermosas. Evitar los railes del tranvía, donde sufro mi secular caída de la bici, en shenkesejake ???? Buscar los pines que he de traer (de la RDA, del partido) Y el paseo nocturno por la puerta de Brandemburgo, pasar frente la embajada "soviética"... y el paseo por el parque Humbold.

Llego a Berlín, lo primero que escucho es Hola. Se parece a Madrid, no sé si alguien me echa de menos, lo parece.

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