No sabría decir de dónde me viene esta afición mía por el alpinismo, que no me lleva a ningún sitio, teniendo en cuenta que padezco uno de esos vértigos absolutamente canallas. Desde que allá por el año 99 sobrevolora a bordo de un avión de la PIA el Himalaya, no he dejado de pensar ocasionalmente pero con intensidad, en esa gran espina dorsal del planeta. No muy lejos cuando en marzo estuvimos en Katmandu, volví a tener la ocasión de sobrevolar alguno de esos montes. Es más, la fortuna de amanecer con ellos frente a frente.
Será que la ropa de montaña me parece entrañable y de ¡colores tan vivos! para uno que es black and white (de invierno y verano), que no pude dejar de adquirir en Katmandu un cortavientos North Face (en negro porque a la hora de la verdad, nadie es perfecto). Y aunque es cierto que desconozco su liturgia, crampones, piolets técnicos, cordadas, rapeles y vivac, me pongo tierno en cuanto alguien hace cumbre. Sufro los descensos con ansiedad y busco el campo base en los mapas de Google Earth con mucho sufrimiento.
Es el caso que cuando regresamos de Nepal, conocimos la noticia de que Eduarne Pasaban junto con Juanito Ollarzabal, salían para escalar el Kangchenjunga, el tercer ochomil más alto del planeta, junto Al filo de lo Imposible, esa serie que tantas veces me ha tendido el pulso. Y nos recorrió la emoción la espalda.
Ahora ya han hecho cima, es más a estas horas me entero de que ya están todos en el campo base, analizando qué dedos sufren de congelación y lindezas del estilo, después de pasar una semana por encima de los siete mil metros.
Es el momento de la enhorabuena sin ambages, a Edurne y por supuesto a sus doce ochomiles.
Pero por un momento giro la cabeza y busco entre los acompañantes, los nombres de los sherpas que los han izado a la cumbre y por poco no doy con ellos. Se llaman Pasan y Zhambo. Han estado en todo momento con nuestros alpinistas más rezagados y han sido los últimos en bajar (quizá los primeros en subir).
Sé que ahora hay cuatro expediciones aguardando en la falda del Kangchen. Probablemente en el mes que queda antes de la llegada del monzón, otras tantas partan hacia lo alto. Y Pasan y Zhambo, también les acompañen en ellas.
No se trata de quitar mérito a nadie no, al contrario, sólo que hay sherpas que todas las primaveras hacen hasta diez ochomiles y no le piden nunca una escalera a nadie.

P.S. Un informante anónimo aporta que ningún Sherpa (sin mencionar la fuente) sube tanto o al menos tantas veces, aunque añade que alguien ha tratado 10 veces con el K-2 (he sido incapaz de encontrarle, y me hubiera gustado saber de quién se trata, pongamos que es otro tipo de Sherpa). Agradezco la contribución.