jueves, 23 de julio de 2009

MANIFIESTO RENACENTISTA O DE LOS HEROES



El Manifiesto, ya no recuerdo bien, se firmó allá por el año 94 en el Parnaso (bar) ante unas absentas de color verde pajizo (con perdón). Como todo manifiesto contemplaba unas resoluciones finales: "Os recorra, pútrido el viento y no halléis nuestra morada, que venimos como duro látigo para traer un tiempo, que no es el vuestro, sino renacentista y de los héroes". Lo firmamos unos ventitantos con ventitantos, alguno entonces eramos poeta, pintor, filósofo de antes de las oposiciones. Fernando Delgado daba las noticias de la 2, y nos planteamos enviárselo para que cerrara, con él, algún Telediario. No sé qué nos traicionó, pudo ser Orihuela (Josefina Manresa, viuda de Miguel Hernández, contestaba con ese nombre, cuándo se le preguntaba quién había delatado a su marido: "Orihuela, señor, Orihuela"), el caso es que nos acabamos las copas del hermoso líquido verde y cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos enfadados y sólos. Surgían Angeles Terribles por todas partes:

Y te vi asomado en la reja
a tu capricho, ladrón de alientos,
llevándose mil flores que se alejan.
Y quise alcanzarte para beber
de tu copa y de ese aliento
que extenuado deja a quien del aire
es dueño y huye contigo.


No conocía entonces "El hombre acecha", de hecho lo conocí ayer, en mis Obras Completas de Miguel Hernández no constaba. Fue el propio Miguel en el año 39 quien emparedó una caja con 20 volúmenes para que se librasen de la quema que avanzaba, hasta arrojarlos en el mar, pero al revés. El caso es que después de la lectura de "Los hombres viejos"(incluído en ese poemario), por la poderosa voz de Jesús Urceloy, apenas he dormido y he soñado con el Manifiesto y aquí estoy tan temprano madrugó la madrugada, para contároslo.

No se han hecho para estos boñigos los barbechos,
no se han hecho para estos gusanos las manzanas.
Sólo hay chocolateras y sillones deshechos
para estas incoherencias reumáticas y canas.

Retretes de elegancia, cagan correctamente:
hijos de puta ansiosos de politiquerías,
publicidad y bombo, se corrigen la frente
y preparan el gesto de las fotografías.

Temblad, hijos de puta, por vuestra puta suerte,
que unos soldados de alma patética deciden:
ellos son los que tratan la verdadera muerte,
ellos la verdadera, la ruda vida piden.

La vida es otra cosa, sucios señores míos,
más clara, menos turbia de folios, de oficinas.
Nadan radiantemente sus cuerpos en los ríos
y no usan esa cara de múltiples esquinas.

Nunca fuisteis muchachos, y queréis que persista
un mundo aparatoso de cartón estirado,
por donde el cartón vaya paticojo y turista,
rey entre maniquíes de pulso congelado.

Venís de la Edad Media donde no habéis nacido,
porque no sois del tiempo presente ni del ausente.
Os mata una verdad en el caduco nido:
la que impone la vida del siempre adolescente.

Yo soy viejo: tan viejo, que el primer hombre late
dentro de mis vividos y veintisiete años,
porque combato al tiempo y el tiempo me combate.
A vosotros, vencidos, os trata como a extraños.

Los hombres viejos (fragmento). Miguel Hernández, El hombre acecha 1937-39

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