lunes, 18 de enero de 2010

CUADERNOS PARA CLAUDIO



¿Cuántas veces se puede cerrar la misma puerta?
...la que haga de la vida una mazmorra
...que cierres, por favor, muy lentamente.
                                  Claudio Carrillo

Con esa manía espantosa y bienhechora que tenemos de querernos, creo que ya podemos dar por inaugurados los cuadernos monográficos por amigo, por amor, por proscrito, por si acaso. Esta entrada de cuadernos de Claudio hace justicia al débito en los juegos de dracmas, en los reales besos balompiés, por los doblones hasta las rodillas y a tanto cariño insensato y con objeto que prodiga por selva obscura y barra, de bar, movediza.

Consciente como uno es, que la poesía tiene menos tirón que Haiti, aunque arrastre la misma miseria y desde los mismos tiempos, pido el minuto de atención y silencio, que deberíamos haberle dedicado desde hace tanto ( a la poesía, a Haiti), bajo el umbral de la miseria, bajo la sombra de los sicomoros, bajo y contra y desde si cabe. Aunque para bajo: la voz del Urceloy.

Poema Haitiano

                    Para Claudio Carrillo

fami mwen o fami'm, mi familia,
chat Pierre, el gato de Pierre
por eso la miseria es histórica,
porque no riman sus sílabas átonas,
ya puede usted desgañitarse querido,
mientras no use zapatos,
mientras acuda a actos vandálicos
no verá la verdad.

El sol se reserva para los pobres
sin sombrero.

A veces en la noche me despierto
con la cabeza descubierta y temo
ser un haitiano,
como nadie me saca del error
por la mañana escribo
un poema de haitiano
o dos. Mientras me desayuno,
me siento sólo, muy sólo de Loewe
y pienso en ese amigo
que se enamoró de su lengua,
ventrílocuo por profesión, se le ve
en la cara, que hoy como nadie
guarda silencio y algo de reposo.

Si alguien tiene la bondad de explicarme ¿para qué se ha creado la Fundación Clinton/Bush para Haiti, esa de la que el segundo de los fundadores dice que sólo admite dinero mientras da un número de cuenta, con una mueca que pretende hacer perecer a una sonrisa?

Tengo hoy un segundo debito y éste con el Primo Antonio, a la que no me puedo sustraer sin publicar su comentario a una entrada nevada y compartida.

Dice:

…”Hasta ahora, la visualización de la sensación del frío extremo me venía de la regresión a momentos de infancia, próximos a navidades, en campaña aceitunera, después de helada negra, en los días que tocaba umbría. El momento evocado era ése en el que uno pretende confluir las cinco yemas de los dedos de una mano en un solo punto e, inexplicablemente, es imposible. La cosa se podía resolver tirando de piedra, guardada en bolsillo, que previamente había estado un rato sobre las brasas. La otra solución, cuando la piedra ya no daba para más, era que mi padre me cogiera las manos un ratito, ya que, de forma igualmente inexplicable, las manos de mi padre siempre ardían.
A partir de este “domingo sin sal” no tendré que retrotraerme tanto. Esa imposibilidad de hacer el huevo con los dedos, también se experimenta después de poner un par de cadenas reliadas a las que le falta un gancho y volver a quitarlas totalmente enrolladas en el palier tras intento fallido. No había piedra calentada, no estaba mi padre, pero… Todos a salvo.”

Continuarán las deudas, continuan los amigos.

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