jueves, 21 de enero de 2010

ASANISIMASA (LA ORQUESTA DE LOS HOMBRES ORQUESTA)


Interpretando a Tom Waits.
Aunque no soy dado a la crónica de espectáculos, confieso que cualquiera que lleve escrito en la frente la palabra Tom Waits a fuego y wiski, lo reconozco como de la tribu. Y ayer estuvimos un puñado. En el Teatro del Canal, sala verde italiano (¿?). ¿Por qué de estos edificios nuevos, multiusos, lo único hermoso es la escalera mecánica? ¿Por qué hay escalera mecánica, que no hay presupuesto para ascensor? La sala era la viva imagen de la crueldad visual, como cine de pocos medios, con un escenario desarrapado (forrado de negro) donde un grupos de músicos se hacinaban en el mismo centro, rodeados por todas partes de sombras y soledad, mientras dos señoritas vestidas del Ejército de Salvación, hacían calceta, comían chocolatinas alrededor de una mesa camilla, o percusionaban con monedas dentro de una cacerola. El lugar, el menos adecuado para escuchar una música en plena deconstrucción, interpretada con sartenes, palos de golf, pistolas, monedas y banjos. Los laterales altos, cubiertos con tela de gallinero, alertaba a sus ocupantes que no se pusieran cómodos, por favor. Si alguien se hubiera tomado la molestia que montar unas mesas alrededor de los músicos y hubieran servido honesto wiski de Kentacky nos lo hubiéramos pasado cañón y pum. Pero no, ahí sentados sobre butacas plegables, a punto estuvieron de comerse el trasero de alguien, parecíamos flamencos sostenidos por una de sus patas, con una seriedad impostada. Y lo chicos le pusieron intención, aunque costó un poco. Si cerrabas los ojos, podías confundirles con la voz del maestro. La música era un juego mientras se apelotonaban para cantar, robarse los instrumentos, o formar cuadros de inspiración surrealista (hicieron un De Chirico notable) y contaron historias que apenas se entendieron, cosas del acento medio oeste.
Aún así las chicas nos abandonaron en el intermedio mientras Prestell y servidor aguantamos a pata firme.

A la salida, ya en la escalera mecánica, (la estética Metro de Madrid) arrojé sin acierto mi pitillera. Un grupo  se movilizó para recoger los maltrechos cigarrillos antes que fueran fagocitados por el artilugio. Todavía en la puerta alguien se me acercó para devolverme alguno que había rescatado in extremis. En ese momento me giré y vi a una chica que sostenía otro en sus dedos, le dí las gracias y me lo guardé. Hoy he descubierto que no se trata de los de mi marca. Me parece que a alguien ayer le robé un pitillo a alguien. Pido disculpas talidomídicas.
La Orquesta de los Hombres Orquesta son los canadienses Bruno Bouchard, Jasmin Cloutier, Simon Drouin y Simon Elmaleh, con la colaboración de las dos cantantes del grupo de jazz The New Cackle Sisters, Gabrielle Bouthillier y Danya Ortmann.


No siembres los malos días debajo de tu ventana, porque pueden crecer y cubrirte las vistas.

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