viernes, 21 de agosto de 2009

II. LA AVISPA BERLINESA.


Esta ciudad tiene una sola avispa, que te recibe en el aeropuerto de Schonefed, que te saluda cuando te detienes. Y es que a la avispa berlinesa lo que más le preocupa es la inacción. Tan pronto inicias el movimiento, vuela a ocuparse de siguiente desocupado. Por lo demás es una avispa civilizada, nada más lejos de su intención que molestar a nadie. Se le ve enseguida y uno sigue andando como si tal cosa. La avispa te espera pacientemente en el Tiergarten, a la entrada del museo de Pérgamo, frente a la Berlin Emsemble.
En la Ensemble la compartes con un señor sentado junto a Beltol Brech, que lee un períodico. Luego, la espanta un Ferrari, se aparta de tu mano cuando haces el consabido aspaviento, le gusta, por fin, tu cerveza. Sobre todo la Weis Bier, ¡natural! y a mí.
No se atreve en cambio con la cartofen salad.
La ciudad que se te muestra a bordo de la bicicleta, le tiene sin cuidado. Los señores que, en un tanden, portan una pierna ortopédica, los nudistas del pabellón de caza, en los que no reparas, ensimismado como estás por los conjuntos escultóricos
Ahora eso sí, y en eso es absolutamente irreductible, si te paras a ver a S. Gary Cooper, que está en los cielos y aquí hace de cowboy protector de algún juego de atlétismo que se está celebrando, planta cara, recorre el Under der Linden de punta a punta, sale a tu encuentro. En ésas Gary desenfunda, se cuadra desde su altura de cartel publicitario y ¡ala!. La avispa parece sufrir un desmayo, cae pesadamente sobre la tierra y el sepulturero flip-flop le toma las medidas.

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