miércoles, 3 de junio de 2009

NORMA Y EL LOBO



Hay noches en las que Norma no duerme. Deja suspendidas de sus lóbulos, dos gotas de Chanel 5 y nada. Obra su cuerpo el milagro de la desnudez y las sábanas la rechazan. Es la almohada enemigo. Aparta a Ernie el oso con amor, pero Joe no acude, ni nadie. Alguien que bajó las persianas sin permiso, que colocó la alfombra torpemente, ha dejado sólo un rastro de luz. Los gatos se persiguen y orinan, las luces de Beverly parpadean a lo lejos. Hollywood esta noche era una fiesta y en el Larios Bar nadie paga, cada hora los estibadores descargan un autobús dentro, sólo eso. Un actor apremia las teclas del piano, entusiasta con el miembro, las actrices de comedia se cambian el rubio en los lavabos. Mil cajas de explosivos Acme se acumulan en el sótano y Norma se ha quedado sin fuego. Joe busca en sus bolsillos la píldora del perdón para el día después y un diente de oro alumbra la avenida. Los neones enjaulados, las cebras de los escaparates anuncian en sus carteles el fin de la realidad. Un Buick enorme a la puerta con los faros encendidos. El tahúr de las doce en punto galopando sobre las mesas. La doncella que trae cigarrillos y ofrece un carmín que mata sin maldad y sin ilusiones. Toda la ropa esparcida por el suelo, los bolsos abiertos de la 35 con Broadway, un montón de monedas sucias en el billetero. Las alcantarillas de la ira anestesiarán tu dolor. Duerme Norma que ésta es tu nana. Ésta, la canción de cuna. Lanza los dados y duerme. Honey, nice night baby so love me tender, brave night, good luck, twenty four reed roses for you ever.

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