viernes, 26 de junio de 2009

EL MACHAPUCHARE Y EL KAYLASH


Como el martes pasado corrí como el coyote (al que siempre he tenido más simpatía que al correcaminos), primero hasta la librería Desnivel (me hice con los deseados “Nanga Parbat” y “Los Huesos de Mallory” de David Torres, guiado por un sexto sentido hasta el fondo del local), luego me pertreché de algún sándwich y unas empanadillas, para llegar just in time, al Taller de Urceloy. Sólo entonces llegó la recompensa, hablamos con David, autor invitado, de las ascensiones, de la épica de un tiempo y unos seres extintos, del símbolo romántico de la aventura (Mallory tomaba champán francés y block de pato, mientra fumaba una pipa a siete mil metros) y de las montañas sin ascender (del Machapuchare o cumbre de cola de pez y del Kaylash o lingan de Shiva). Para ninguna de ellas se conceden permisos, por tratarse de montes sagrados, por ser montañas imposibles para los hombres. A todo y todos contestaba David, pausado, con el gran aparato de su conocimiento, tímido a veces. Me regaló con otros dos de sus libros “inencontrables “, “La sangre y el ámbar”, su libro de relatos “Dónde no irán los navegantes” (éste con una preciosa dedicatoria).
Pero quiero hablar sobre todo de la emoción intensa, de la magia que se produce cuando se ven los sueños cumplidos. Machapuchare y Kaylash continúan ahí, ya estaban ahí, sin que nadie llegue a hollar su cumbre, indómitos los dominios de sus nieves nos miran desde ese lugar, adónde no alcanzan las miradas.
Llegué a casa, todavía con el mal de altura y me senté a seguir haciendo montañismo de salón, a eso de las cuatro de la mañana, cerraba la contra-portada del “Nanga Parbat”, dejó de nevar y apagué la luz.

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