miércoles, 3 de febrero de 2010

CRUZOU POR MIM, VEIO TER CONMIGO

Hoy me siento triangulado. Bien es sabido que para que el eje del mal funcione, es preciso la triangulación de tres satelites. Así llevan años buscando por tierra, GPS, mar y aire a algún peligroso ¿terrorista?, y no lo encuentran. Entretanto confeccionan retratos robot, utilizando el semblante de los sospechosos habituales, siempre de izquierdas, siempre del sur. Y es que cuando a uno lo triangulan, lo triangulan pero bien. De nada sirve que uno se haga el cuadrado o adopte posturas de nonato, dedo en boca. Al que nace sospechoso del cielo le caen los clavos. Y no es que sea mi caso, entiéndase. No porque yo lo entienda, pero los demás podiais hacer un esfuerzo.

No. Todo menos caer en el humanismo.
Así me he acordado de ese poema que llevo siempre en mi cuaderno renacentista (ése en el que llevo más cosas), el poema que leo al final de las reuniones, los bares, en las esquinas limitrofes a los basureros. Ese que tantas noches he traducido sin acierto y ahora me propongo hacer una vez más, porque la verguenza no tiene fronteras, ni perro que le lama.
A fuer de ser sincero (¡ese gran desconocido!) nunca he sabido por qué me gusta tanto “Cruzou pon mim”. Si por lo que supone de encuentro de dos personas que se dan hasta donde pueden (siempre hay alguien que pone lo que lleva), o por constatar que Pessoa se pasó la vida cruzando calles. As vezes na Baixa, as vezes na Rua dos Douradores.
Nadie tenga piedad, me he puesto a ello y este es el resultado.


CRUZOU POR MIM

Alvaro de Campos



Cruzou por mim, veio ter comigo, numa rua da Baixa
Aquele homem mal vestido, pedinte por profissão que se lhe vê na cara,
Que simpatiza comigo e eu simpatizo com ele;
E reciprocamente, num gesto largo, transbordante, dei-lhe tudo quanto tinha
(Exceto, naturalmente, o que estava na algibeira onde trago mais dinheiro:
Não sou parvo nem romancista russo, aplicado,
E romantismo, sim, mas devagar...).
Sinto uma simpatia por essa gente toda,
Sobretudo quando não merece simpatia.
Sim, eu sou também vadio e pedinte,
E sou-o também por minha culpa.
Ser vadio e pedinte não é ser vadio e pedinte:
E' estar ao lado da escala social,
E' não ser adaptável às normas da vida,
'As normas reais ou sentimentais da vida -
Não ser Juiz do Supremo, empregado certo, prostituta,
Não ser pobre a valer, operário explorado,
Não ser doente de uma doença incurável,
Não ser sedento da justiça, ou capitão de cavalaria,
Não ser, enfim, aquelas pessoas sociais dos novelistas
Que se fartam de letras porque tem razão para chorar lagrimas,
E se revoltam contra a vida social porque tem razão para isso supor.
Não: tudo menos ter razão!
Tudo menos importar-se com a humanidade!
Tudo menos ceder ao humanitarismo!
De que serve uma sensação se ha uma razão exterior a ela?
Sim, ser vadio e pedinte, como eu sou,
Não é ser vadio e pedinte, o que é corrente:
E' ser isolado na alma, e isso é que é ser vadio,
E' ter que pedir aos dias que passem, e nos deixem, e isso é que é ser pedinte.
Tudo o mais é estúpido como um Dostoiewski ou um Gorki.
Tudo o mais é ter fome ou não ter o que vestir.
E, mesmo que isso aconteça, isso acontece a tanta gente
Que nem vale a pena ter pena da gente a quem isso acontece.
Sou vadio e pedinte a valer, isto é, no sentido translato,
E estou-me rebolando numa grande caridade por mim.
Coitado do Álvaro de Campos!
Tão isolado na vida! Tão deprimido nas sensações!
Coitado dele, enfiado na poltrona da sua melancolia!
Coitado dele, que com lagrimas (autenticas) nos olhos,
Deu hoje, num gesto largo, liberal e moscovita,
Tudo quanto tinha, na algibeira em que tinha pouco
Aquele pobre que não era pobre que tinha olhos tristes por profissão.
Coitado do Álvaro de Campos, com quem ninguém se importa!
Coitado dele que tem tanta pena de si mesmo!
E, sim, coitado dele!
Mais coitado dele que de muitos que são vadios e vadiam,
Que são pedintes e pedem,
Porque a alma humana é um abismo.
Eu é que sei. Coitado dele!
Que bom poder-me revoltar num comício dentro de minha alma!
Mas até nem parvo sou!
Nem tenho a defesa de poder ter opiniões sociais.
Não tenho, mesmo, defesa nenhuma: sou lúcido.
Não me queiram converter a convicção: sou lúcido!
Já disse: sou lúcido.
Nada de estéticas com coração: sou lúcido.
Merda! Sou lúcido.


Se cruzó conmigo

Álvaro de Campos


Se cruzó conmigo, vino a encontrarme en una calle de la Baixa
aquel hombre mal vestido, pobre de profesión se le ve en la cara,
que simpatiza conmigo y yo simpatizo con él;
y recíprocamente, en un gesto amplio, envolvente, le dí todo cuánto tenía
(excepto, naturalmente, lo que estaba en el bolsillo donde traigo más dinero
no soy corto, ni novelista ruso, aplicado,
y romanticismo, sí, pero con calma…)
Siento una simpatía por toda esa gente,
sobre todo cuándo no merecen simpatía.
Sí, yo soy también vagabundo y pobre
y lo soy por culpa mía.
Ser vagabundo y pobre no es ser sólo vagabundo y pobre:
es estar al margen de la escala social,
no adaptarse a las normas de la vida
-las normas reales o sentimentales de la vida-
No ser Juez del Supremo, empleado fijo, prostituta,
no ser pobre de solemnidad, operario explotado,
no estar enfermo de una enfermedad incurable,
estar sediento de justicia o ser capitán de caballería.
No ser, en fin, como esos tipos sociales de los novelistas
que se hartan de letras porque tienen razones para llorar lágrimas
y se rebelan contra las normas sociales porque tienen razones para ello, supongo.
No: ¡todo menos tener razón!
¡Todo menos implicarse con la humanidad!
¡Todo menos ceder al humanitarismo!
De qué sirve una sensación si existe una razón exterior para ello.
Si, ser vagabundo y pobre, como yo soy,
no es ser vagabundo y pobre, lo que es muy corriente:
es estar alejado del alma, eso es ser vagabundo,
es tener que pedir a los días que pasen y nos dejen, eso es lo que es ser
un pordiosero.
Todo lo demás es ser tan estúpido como un Dostoiewski o un Gorki,
todo lo demás es tener hambre o no tener con qué vestirse.
Y, aunque eso suceda, sucede a tanta gente
que no vale la pena sentir pena por la gente a quién eso sucede.
Soy vagabundo y pobre de solemnidad, literalmente
me estoy revolcando de caridad dentro mi.
¡Pobrecito Álvaro de Campos!
¡tan solo en la vida! ¡tan deprimido por las sensaciones!
¡Pobrecito de él, instalado en la poltrona de su melancolía!
Pobrecito, que con lágrimas (auténticas) en los ojos,
dio hoy en un gesto amplio, liberal y moscovita,
todo cuánto tenía, del bolsillo en el que tenía poco
a aquel pobre que no era pobre, que tenía los ojos tristes por profesión.
¡Pobrecito Álvaro de Campos que a nadie le importa!
¡Pobre, que tiene tanta pena de sí mismo!
Y sí, pobre de él,
que lo es más que muchos que son vagos y vagabundean,
que muchos que son pordioseros y pordiosean,
porque el alma humana es un abismo.
Yo, lo sé. ¡Pobre de él
que bien podría convocar un comício dentro de mi alma!
¡Pero ni tonto soy!
Ni siquiera tengo la defensa de tener opiniones sociales,
no tengo defensa alguna: soy lúcido.
No me quieran convencer: ¡soy lúcido!
Ya lo he dicho: soy lúcido.
Nada de estéticas con corazón: soy lúcido.
¡Mierda! Soy lúcido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario