lunes, 13 de abril de 2009

El huerto de los olivos

Bajo ese nombre y en la penúltima curva de Loranca de Tajuña, se esconde una casa que particularmente amo. Me preguntaba en estos días si al Cristo de Medinaceli, el de Cadalso de los Vidrios, también le produciría la misma fascinación: "yo te aseguro, Señor, que tiene piscina Señor y olivos prometidos y un maná de nueces" le rezaba sin gran convicción, mientras pasaban la guapa, la fea y Charo vestidas de Manolas y subía al balcón de David y Arantxa para fabular con las procesiones top gama de las sevillas que en este mundo son. "Joder qué frío" entonaban los ángeles desde su morada a treinta y cinco mil pies de altura. Como todos los años alguien entonó desde la tierra y en un lugar llamado "otro blacón", la saeta de Machado o ¿es de Serrat? o ¿de Camarón? No me he bajado el tono al móvil por no tenerlo claro. Si lo hubiese conseguido la habría puesto, yo también, al paso del cristo. Qué daba pena verle ahí subido y zarandeado, de vez en cuando ¡al cielo!, gritaba el capataz Carlos y él obedecía ante voz tan fuerte.
Llegó el Primo Antonio y pudimos tomarnos un gin, pero sólo uno ¡qué lastima! Dejó olvidado neceser y cargadores, para ver si nos dábamos cuenta.
No vinieron Sulle y Alicia y bien que lo siento. Cosas de fríos, niños y perros, creo. Nos lo preguntaremos con la próxima conversación

2 comentarios:

  1. Bien conozco el sitio y sus virtudes , allí sabes qu está también tu morada .Abrazos y abrazos

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  2. A ver si se nos pasa ésa terrible manía de no hablar y no vernos.
    Berlin ¿maravillosa, no?
    Abrazos todos

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