domingo, 20 de junio de 2010

TE ESTAS YENDO, PERO NUNCA TE VAS DEL TODO

Tiene razón Urceloy cuando dice que no se puede escribir a los amigos desparecidos en el momento de la desaparición, tiene que ser después, algo más tarde. Como no se puede escribir de la fiebre desde la fiebre.
Estos días estoy contando a todos los amigos, mi episodio de encuentro con Saramago en su Tías, en Lanzarote, va para nueve años ya.
Con el coche de alquiler recorrimos el pueblo. Por sus cuadernos, como quien lee el mapa del tesoro, llegamos hasta una urbanización pequeña que hay en el entrada y allí dejamos el auto. Apareció una niña en bicicleta a la que hicimos la pregunta:
-¿Sabes dónde vive el escritor portugués José Saramago?
La chica no supo decirnos dónde Portugal, ni dónde Saramago. Fue entonces cuando giramos la cabeza a la izquierda y allí estaba escrito: A CASA.
Quién sino él podría llamar a su casa simplemente LA CASA.
Sonó el telefonillo automático y del otro lado apareció Pilar. Nos presentamos indicando nuestro deseo de no molestar, o molestar poco, pero también que a esas horas, quizá les apetecería un vino de malvasía que aún estaba frío (medidodía avanzado).
Pilar nos pidió que esperásemos, el escritor estaba arriba trabajando y vería qué se podía hacer. En unos minutos era Sarmago el que aparecía en la puerta y nos franqueaba el paso a su casa, A casa.
Vivamente sé que le abracé disculpando el impulso, le hice entrega del vino y de una carta que llevaba para él y que pensaba dejar en caso de no hallarle (todo previsto).
Y hablamos de Lanzarote, de los alemanes que se hallaban por todas partes (¿Qué os parece lo que ocurre con Palma de Mallorca?) y de su obra y de cuántos días íbamos a estar en la isla y si habíamos ya visitado el Centro Cesar Manrique y los volcanes...
Allí bajo los volcanes nos hicimos fotos. Me firmó varios libros, me dejó abrazarle de nuevo.
A la salida conduje errático, nos metimos en una cafetería, llamé a todos mis amigos para comentarles la proeza. Luis Miguel Dominguín salió corriendo del lecho de Ava Gadner, mientras ella le preguntaba ¿dónde vas tan deprisa amoj? A contárles a todos mis amigos del bar que me he tirado a Ava Gadner.
Pues eso.
Sé que soy uno de los millones que tuvimos acceso a su cariño, a su humanidad, hoy nos cogeremos todos de la mano, de su mano, ésa que se está yendo pero nunca se va del todo.

1 comentario:

  1. eres un afortunado Wolf, y no sólo por conocerle. Pero esta historia define el gran hombre que fue.

    Un saludo amigo

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