lunes, 10 de mayo de 2010

SAN CIPRIANO

Aquel día colgó su hábito fresco,
se enredó entre las sábanas
de un enemigo visible, por variar,
tomó al asalto la almena
donde se estaba bien al sol.
Cuando los guardias tocaron su puerta,
sonreía a un martini delgado,
el relicario entre los dedos,
la voz tomada y seca
de un sueño ausente.

Nadie duerme la lluvia de los sábados.

Bajo la espada colocó el cuello,
hacía frío...y parpadeó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario